Muelles

Vuelven los monstruos
A saludarme desde escondites de mi pasado
Vuelven los monstruos, pero no sé
Si me saludan desde el fondo de mis entrañas

Un narciso invertido
Al borde del abismo del ser y del estar
Miras, pero no alcanzas a ver el fondo
Te arrodillas y el vértigo te ciega

Cuatro, cinco y sé…
Noventa muertes y un recién nacido
Siente, ocho y diez
Mil penas y dos consuelos a deber

¿He de conocer la flor en su esplendor
Para valorar su belleza cuando se marchita?

¿Y quién es ese niño?

Ése que se sienta a tu lado
Que mira el mundo, tranquilo,
Que a veces se tapa con las manos los oídos
Que se encoge de hombros en la cama
Que sonríe, o no,
Mientras observa a su alrededor
Que siempre va caminando contigo
Indisolublemente junto pero separado
Que apaga las velas una vez más
Por cada año que dejaste de cumplir

Tu muerte
Pequeña figura que se adentra en la media infancia
Que sigue creciendo lo que dejaste a medio hacer
Tu pequeña muerte
A la vera de tus perennes veintidós
Un soplo de aire vivo
Por cada día y recuerdo extinto
Tu anónima muerte
Tan tabú como poco reconocida
Inocente como la vida misma
Incluso cuando deja de estar aquí

Si mientes

Se destiñen los recuerdos felices
Hasta ser grises como los años ’30

Houdini, ¿dónde estás?
El nudo bajo el corazón y las costillas
Nunca hubo labor más inmensa
Que deshacerlo para volver a respirar

Abro la boca por cada palabra que me falta
Cierro los ojos por cada palabra que me sobra
Muerdo el aire y grito a los trigales infinitos
Por cada segundo de ausencia incomprendida

Al suelo
Otra vez en el suelo
Doy media vuelta, miro al cielo
Pero no me responde

La silueta de esta peña milenaria
Santa compañera de mesías y dinosaurios
Santa antes de ser bautizada como tal
Santa testigo de nuestra efímera existencia

Busco
No sé qué encontrar y me detengo
En una esquina, esperando no esperar
Me redundo y redundo
Amanece y la Tierra sigue su curso
Mientras yo vuelvo a sentir una semilla:

La de las huidas
La de las canciones
La de los inicios
La de los despertares

Frenado de emergencia

Las calles vacías
Como un domingo temprano
Como un festivo nacional perpetuo
Como una película sin figurantes

El asfalto invadido por los cuervos
Las gaviotas, las palomas, los gorriones
-Bienvenidos todos-
Hacía tiempo que os habíamos arrebatado
Todos estos kilómetros cuadrados
-Quién os habría dicho que un día podríais volver-

Miro hacia arriba
No veo a dios, pero veo
Nidos de urracas
Brotes verdes anunciando la primavera
-El Corte inglés no está de humor-
Ramas cada vez menos desnudas
Y un cielo que no entiende de apocalipsis

Miro hacia abajo
Veo colas ante la frutería
Colas ante el supermercado
Una mano amiga saludando
Un anciano que fuma en pipa
Y mil margaritas en un césped sin segar
-Este año pueden crecer sin miedo-

He visto el Gorfolí nevado
Amanece como siempre
Atardece cada día más tarde
Llueve y llueve y llueve
…y un día sale el sol
-Jardines, terrazas y ventanas atestados-

¿Quién quería una pausa?
Nadie entendía de pausas
Nadie sabía parar
Pero alguien tiró del freno de emergencia
Y todos caímos presos de nuestra propia inercia

No tiene cabida la torpeza en el Ser

Para Jovina

Amiga,
Nos tocaron en la vida acordes disonantes
Buscamos la armonía por caminos tan distintos
Unos tan pedregosos, otros tan espinosos
-Aun sabiendo que en el mundo sobran desgracias mayores-
Parece que nos reconocimos al ver vibrar nuestras cuerdas
A veces con una resonancia explosiva,
Otras con una paz etérea
Pero encontramos otro hueco más en el mundo en el que poder estar
y Ser
¿Qué más podemos pedir?

Era, sin saberlo

Para Alberto.

Porque cuando subo, soy tierra; y cuando bajo, soy nube.

Porque abarcamos millones de años en un solo vistazo, y tenemos la suerte de fijarnos en vidas que en menos de una semana habrán desaparecido para dejar paso a otras.

Porque si hace sol agradecemos el abanico de colores del mundo; y si llueve, peleamos con el barro en las piernas y el agua en la cara esperando dejar bajo nuestros pies estratos y nimboestratos.

Porque reconocer picos nos hace sentir en tierra conquistada, pero descubrir nuevos y desconocidos es asomar la nariz a la vasta anchura del mundo.

Porque ojalá, y solo puedo decir ojalá, todas las conquistas del mundo fueran como nuestras cumbres.

Ai, Mike, Shima

Dedicado a la abuela.

A su nonagésimo tercer verano, la abuela se siente agradecida a la vida.
Sus casi veinte años de viudedad se pasaron volando, aun echando de menos a su amado marido que partió precozmente.
Se ríe como una niña traviesa tapándose la boca cuando confiesa algo por lo que sabe que, gracias a su edad, no le pueden reñir.
Sale a jugar a la timba, se anima si gana (menos mal que suele ganar), contempla las flores del jardín, ayuda deshilachando tejidos para su hija, ve telenovelas de médicos pensando en su nieta, disfruta del comer día a día, limpia y da de comer a sus gatos y habla de las distintas personalidades de los mininos.
Saborea cada mañana confiando en que no sea la última, aún con la firme creencia de que se reencontrará con su marido cuando la Tierra no vuelva a rotar más para ella.

El día que nos extingamos dejará de existir música en el universo

(Dedicado a Borja R. Niso)

Un piano de cola bajo un techo medio derruido, en un escenario entre escombros. Un piano otrora adorado por un público que ocupaba unas butacas ahora cubiertas por una gruesa capa de polvo, ceniza y muerte.

Un piano en un escenario postapocalíptico.

Cuando queden dos mil seres humanos esparcidos por toda la Tierra. Cuando uno de ellos, tan casualmente pianista como superviviente, llegue a este auditorio… Y aun desafinado, al posar sus manos sobre unas teclas que plañían en silencio desde hacía décadas la ausencia de caricias, se inicie la danza de notas. La armonía.

Cuando el último pianista del mundo muera de una neumonía absurdamente vulgar.

Cuando suene la última nota de ese piano, sin saber que sería la última nota que sonara en el universo.

Era un sol sostenido (¿…por la esperanza?).

¿Cómo escucharías esta canción si supieses que es la Última vez que va a sonar en el mundo?

Nuvole bianche

Los junios son los nuevos octubres

Enero, bienvenida al mundo, nieva, Centauro.

Febrero, qué frío, ¿qué fue esto? Visto y no visto.

Marzo, verde, esperanza, primavera, renacer.

Abril, naranja, calorín o granizo, qué gustito, qué locura.

Mayo, azul, hermano, el final de muchas cosas.

Junio, sol, abrazo a la vida y a la naturaleza.

Julio, heliofilia, amarillo, mar, tormenta de verano.

Agosto, tierra seca, trigo dorado, otro final.

Septiembre, recomienzos, reinicios, reconducciones.

Octubre, descubrimientos, sorpresas, gatos.

Noviembre, teatro, V, melancolía.

Diciembre, solsticio, vuelta a uno mismo, reflexión… retirada.

Un héroe de otoño.

Soltar

Te solté.

Te solté, mientras me seguía preguntando qué me quería enseñar la vida.

Te solté, mientras me seguía preguntando qué se suponía que debía aprender.

Todo cuanto agarramos, pesa. Obvio.

Pero a veces no vemos que todo lo que nos pesa depende de la fuerza con la que nos aferramos a ello. Solo eso, de nuestra fuerza.

Tomas una decisión. ¿Es por amor o por miedo?

Aferrarse nunca puede tener por respuesta el amor.

Pero qué difícil es.

Soltar.