Vacíos invasores

Un padre y una madre mirando al vacío (pero cada uno a su Propio vacío). Un niño en medio, tratando de llamar su atención con pistolas, enemigos y una guerra imaginarios.

Palmaditas en la espalda, -que ya viene el metro.-

Se sientan los tres: padre, madre e hijo. De nuevo silencio, muda sombra de preocupaciones no compartidas que los cubre de forma casi invisible.

Sólo uno canturrea, y habla solo, y parece interpretar a todo un repertorio de actores de una nueva obra de teatro.

Quizás alternativa a, quizás llenando el vacío de, su vida.

(2009)

Cueva ciega

El cañón del Colorado es pelirrojo.

Cae una gota de agua sobre esa roca.

Drop, gota, drop.

Se masca la tragedia. Un avanti rápido, un fast-forward. Gira la bóveda celeste nocturna, las estrellas se mueven al son de la peonza.

Drop, drop, drop.

Un turista toca esa estalagmita y…  clac.

Adiós dos millones de años.

(2017)

Swing

La luna ilumina mis penas y sus sombras se agitan temiendo dejar de existir. Creen que se marchitan los días pero también lo hacen las noches, aunque nadie llore por ellas. Y cuando sale el sol… pienso en las veces que bailamos. Bailamos con la luz, bailamos con el sol -¿cómo?-, girando a su alrededor y celebrando el swing una y otra vez hasta que un día… dejamos de hacerlo.

22 vueltas le concedieron al astro rey.

Importante

Era importante que Pedro me dejara jugar con su pelota.

Era muy importante. Tanto, que lloré a moco tendido y sin consuelo.

Era importante que Lucía me invitara a su cumpleaños junto al resto de las niñas de la clase.

Era muy importante. Tanto, que estuve una semana entera esperando con el corazón en un puño.

Era importante aprobar los exámenes. Del colegio, del instituto, de la facultad.

Era muy importante. Tanto, que estuve meses (o años) durmiendo de menos y comiendo de más, perdiendo uñas y ganando kilos.

Era importante que ganara mi partido político. O que el país se movilizara. O que hubiera más justicia en el mundo.

Era muy importante. Tanto, que me indignaba y debatía y me enfadaba y discutía y perdí unos amigos y gané otros.

Era importante buscar un trabajo. Conseguir cualquier trabajo. Conservar mi trabajo.

Era muy importante. Tanto, que olvidé lo que había estudiado; olvidé para qué lo había estudiado; me olvidé de mí y de todo lo que me había conducido hasta allí.

Era importante tener un coche. Tener una casa. Tener una boda.

Era muy importante. Tanto, que invertí el equivalente a cinco, veinte, diez años de mi tiempo de trabajo (tiempo de vida, ¿acaso hay alguna diferencia?) en ellos.

Era importante poder seguir vistiéndome, aseándome, comiendo y caminando por mí mismo. Poder seguir en mi casa.

Era muy importante. Tanto, que perdí los estribos y declararon que me había agitado debido a mi senilidad. Tanto, que cuando me vi deshauciado me negué a adaptarme a la residencia ni a las nuevas costumbres establecidas en la institución.

Era importante seguir acordándome de los nombres. De las caras. De lo que comí esta tarde. De si había comido. De si estaba en mi casa, en la residencia o en el hospital. De no contestar «mil novecientos…» si el médico me preguntaba por la fecha de hoy.

Era muy importante. Tanto, que con tal de no titubear o no dejar espacios de silencio, me lo inventaba.

Pero no parecía funcionar.

Era importante.

Era muy importante.

La pelota de Pedro. El cumpleaños de Lucía. Los exámenes. El mundo. Mi trabajo. Mi coche. Mi casa. Mi boda. Mi independencia.

El balance de mi último segundo.

Nadie recordará nunca lo que sufrí por todo lo que había sido tan importante.

Casi

(Dedicado a Rafa)

De “casis” está llena la vida:
Casi lo llamo.
Casi le escribo.
Casi se lo digo.
Casi nos vemos.

Luego, hay otros “casis”:
Casi llego tarde.
Casi dejo que se vaya.
Casi no se lo digo.
Casi se me escapa la vida.

“Casis” que nos hacen vivir al filo de la existencia, cayendo a veces a un lado, a veces al otro.

Por si acaso, a veces anunciamos nuestros “casis”. Por si acaso fueran consuelo:
Casi me llama.
Casi me escribe.
Casi me lo dice.
Casi nos vemos.

De “casis”, en realidad, está vacía la vida.

Palabras frágiles

(Dedicado a Lyla)

Hablan de esquinas que girar
Cuando el miedo no manda
O sí, manda, pero se desobedece
Sé que el miedo no es el camino.
¿Alguna vez lo es?

Pellizquitos de realidad contra la imaginación
Sin espacio en el tiempo ni en el corazón para tener lugar.
El azul de las lagartijas
La crin de un caballo negro
En forma de pincel al final del pico
De un gorrión de acuarela

Crecen setas sobre el piano, pobre y aburrido de tanto silencio y poco vibrar.
Crecen setas sobre el corazón, pobre y aburrido de tanto gris y poco latir.

Preludios. Presentimientos. Previsiones. Preamores. Predolores. Pre-sente.

Equinoccios que están fuera
De la jurisdicción de nuestros corazones
Pero aun así los perseguimos
Cómo no, cómo no
Si las espigas de trigo aún no se han dorado

Esta paz boba que nos acabará matando
Esas palabras frágiles que no(s) terminarán saliendo

Entre lo imposible y lo inalcanzable

Era un niño que quería llorar copos de nieve. Viajó muy, muy lejos hacia el norte buscando el frío necesario para ello, pero no lo conseguía.

Desistió. Creció. Se convirtió en un adulto más, ridiculizando en su mente todo lo que uno quiere olvidar para no sentirse ridículo.

Un día llegó a helarse por dentro lo suficiente como para cumplir su sueño infantil.

Pero ya no podía saberlo.

Ni siquiera recordaba cómo se derraman las lágrimas.

(2009)

Buey muerto

En lo alto de una cuesta aparece un manantial. No es turquesa como el ideal de los manantiales. No brotan litros de agua ni cascadas, ni grandes ni pequeñas. Solo tímidas pero persistentes gotas surcan entre los musgos y helechos que pueblan su negra superficie. Vida empecinada en existir sobre una roca en otro tiempo yerma, que en época estival hubiésemos declarado muerta sin dudarlo; terca vida empecinada en salir (adelante, afuera, arriba) contra todo pronóstico.
-Como aquel que salió de la más remota aldea castellana, sin expectativa ni perspectiva alguna.-
La vida siempre busca.
-Por eso muerto está el que se conforma.-
Te sientas y oyes las gotas del manantial, arrítmicas como un viejo corazón, arrítmicas como pudieran ser las notas de un piano. Glissando seguido de un tap, tap, tap. Benditos glissandi.
Notas en la cara que por unos segundos el sol se abre paso entre tanto gris.
Chilla un águila no muy lejos.
Te levantas, dispuesto a seguir rumbo este, noreste, este, noreste.
¿Una gota? Dos, tres, cuatro. Empieza a llover.
Bienvenido sea el concierto.

(Esencia y) existencia

-Mamá, ¿qué es la «existencia»?
-“Existencia” viene del verbo “existir”, hijo. Existir es… ser. Algo que existe es algo que es real, que está aquí.
-Entonces, ¿los unicornios no tienen existencia?
-No, claro que no.
-Y si no tienen existencia, ¿por qué hablamos de ellos?
-Porque las personas tenemos mucha imaginación, y podemos inventarnos cosas que no existen.
-Y la abuela Cristina, ¿tampoco tiene ya existencia?
-Eh… no, ya no.
-Pero la abuela antes sí existía.
-Sí.
-Pero entonces, ¿puedes existir y luego dejar de existir?
-Sí, claro. Es lo que pasó con la abuela.
-Pero entonces, ¿cómo sabes que con los unicornios no pasó lo mismo?
-Porque a los unicornios no los hemos visto. Pero a la abuela, sí. Tú te acuerdas de la abuela, ¿no?
-Sí, sí…
(silencio)
-Pero mamá, yo al abuelo Alfonso nunca lo conocí. Aunque tú me hayas hablado de él, yo nunca lo vi. ¿Para mí no sería igual que un unicornio?
-No, hijo, porque aunque tú no lo hayas visto, yo sí. Y además, hay fotos en casa, había una foto en casa de la abuela donde salían ella y él en la playa, ¿no lo recuerdas?
-Sí… ¿o sea que si hay fotos, es seguro que han existido?
-Bueno, digamos que sí.
-¿Y los dibujos no valen? Hay muchos dibujos de unicornios.
-No, los dibujos no valen. Tú puedes dibujar cosas que te inventas y que sólo están en tu cabeza, ¿verdad?
-Ya…
(silencio)
-Mamá…
-Dime.
-Pero el bisabuelo y el tatarabuelo… no tienen fotos. Y los tataratatarabuelos sólo tienen cuadros. A lo mejor tampoco tuvieron “existencia”.
-Hijo, pero es que antes no había cámaras de fotos. Así que sólo podían pintarse.
-Pero entonces a lo mejor alguien que vio un unicornio también lo pintó, solo que se murió antes de que inventaran las cámaras de fotos ¡y por eso no hay fotos de unicornios!
-…me parece que no, hijo.
-¿Pero por qué?
-Porque no puede ser.
-¿Pero por qué?
-¡Porque los unicornios no existen y punto, hijo!
(silencio)
-Mamá…
-Dime.
-Mamá, Juan decía que en clase hoy el profe les ha hablado de la “esencia de las cosas”. ¿Qué es eso?
-Eso mejor lo dejamos para otro día, hijo…

Falsificaciones

En la inmensidad de su desconocido ego, la búsqueda de la originalidad supuso su perdición.
Tenía tantos personajes en sociedad que acabó por confundirlos y reír donde debía ser serio y reñir donde se suponía que debía ser feliz.
Luego estuvo tantos años interpretando a un solo personaje, que acabó por olvidar su ser.
Cincuenta años admirando, disfrutando y extasiándose ante el cuadro de su salón… hasta que le comunicaron la falsedad del mismo.
¿Habían sido falsos su admiración, disfrute y éxtasis?
Falsificaciones.
Abren puertas. Abren fronteras. Abren carteras.
Demonios, ¿quién nos mandó vivir en la verdad?