Abismos

Como un personaje de película
Como una vida con significado
Con puntos de inflexión
Con momentos trascendentales
Como una vida hecha película

Las confusas fronteras entre
Ñoñerías
Risas
Cariño
Bromas
Amor
Una vida en común
El no-sexo
Una no-vida en común

Subir y bajar la guardia
Al son de las mismas
Al filo de la frontera
Entre dos abismos
En ninguno de los cuales
Termino de caer

La sensación de asomarme a un teseracto
La duda sobre la existencia de lo preescrito
(Por no utilizar el ya tan manido término “destino”)
La claridad de momentos de hace 5, 10,
Quince años
Asomarme a los “yo” de entonces
Volver, y decir:
Fíjate tú…

Descolocada
Malditos ojos verde oliva
Que no querría ni mencionar
¿Por qué tienen cabida aquí?

“Una vida plena”
Al final de un café bombón
Y luego caer en las lagunas del olvido

Cansada de universos paralelos
Que podrían ser y no son
Que no son, pero no dejan de poder ser
Que nunca pudieron ser pero sí son

Malabarismos lingüísticos
Jugando con las palabras, atrás y adelante
Dándoles pequeños empujones
Sacudiéndolas para moverlas

Quererse
Conocerse
Aceptarse
¿En qué orden?
Cronológico
Y de importancia
¿En qué orden?
Para conducir una vida

Reordenarme
Reconducirme
Levantar la cabeza y saber
Hacia
Dónde
Mirar

«Rashômon», Akira Kurosawa

羅生門, 黒澤明

Es una película de 1950 del famoso director de cine japonés Akira Kurosawa (del que yo aún conozco poco). Se trata de una historia ambientada en el siglo XII en la que se narra en retrospectiva las distintas versiones sobre lo sucedido tras hallar el cadáver de un hombre en el bosque, y su mujer violada (cosa a la que me sorprende se le dé tan poca «importancia» en la película) por un famoso ladrón y asaltante de la zona.

Las distintas versiones de lo sucedido las narran el ladrón, la mujer (que huyó pero a los dos días fue encontrada), el propio asesinado hablando a través de una médium y un leñador que dice ser testigo directo de los hechos, aunque por intereses no relató su versión a las autoridades.

La historia es narrada y discutida por el leñador, un monje (se sobreentiende que el monje del tamplo Rashômon -qué casualidad que el kanji «ra» sea el mismo que el de mi nombre-) y un hombre que se refugia en el templo en un día de tormenta y diluvio tremendos. Los dos primeros están en shock y con una sensación de desesperanza por ver tanto «egoísmo» y maldad en las personas, mientras que el tercero tiene una actitud mucho más cínica sin ninguna fe en la humanidad, convencido de que todos somos egoístas y obramos por nuestros propios intereses.

Puede que la mala calidad del doblaje y la extraña gesticulación de los personajes, sobre todo al reírse (¿diferencias culturales?), hayan contribuido a que la película no me calara hondo. Probablemente también el peso que tuvo en su día, en su contexto histórico, no tenga nada que ver con ver esta historia desde una perspectiva contemporánea.

En la mayoría de las versiones del asesinato la mujer es tratada como un objeto, se asume que el hecho de ser violada la convierte en un objeto de vergüenza y deshonra en vez de una víctima, tiene un papel muy pasivo o lo poco activo que hace es de una muy dudosa moral. Cierto es que la última versión narrada es bastante distinta, cosa que me sorprendió viendo la tónica de casi toda la película (no sabía hasta qué punto se narraba así la historia por ser fiel a la época ni si pretendía tener un tono crítico o no).

Puedo decir sin duda que otra película de este director, «Duelo silencioso», me gustó mucho más. Quizá por verla sin expectativas o por plantear, con una historia compleja y bien argumentada, que existen situaciones en las que no decir la verdad ni hablar claro a la persona a la que amamos (pilar que siempre me ha parecido básico) puede ser una muestra de amor.